martes, 7 de septiembre de 2010

Camino a Damasco



¿SABES quién es el que está acostado en el suelo? Es Saulo. Él cuidó los mantos de los que apedrearon a Esteban. ¡Mira esa luz brillante! ¿Qué está pasando?

Después de la muerte de Esteban, Saulo va buscando a los seguidores de Jesús para causarles daño. Se mete en las casas y los saca y los mete en prisión. Muchos de los discípulos huyen a otras ciudades y declaran las “buenas nuevas” allí. Pero Saulo va a otras ciudades a buscar a los seguidores de Jesús. Ahora va a Damasco. Pero, en el camino, esta cosa sorprendente pasa:

De repente, una luz del cielo rodea a Saulo. Él cae al suelo, como vemos aquí. Entonces una voz dice: ‘¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me haces mal?’ Los hombres que están con Saulo ven la luz y oyen el sonido de la voz, pero no pueden entender qué se dice.


‘¿Quién eres, Señor?’ dice Saulo.

‘Soy Jesús, a quien haces mal,’ dice la voz. Jesús dice esto porque cuando Saulo hace mal a los seguidores de Jesús, Jesús lo siente como si se le hiciera a él.

Saulo ahora pregunta: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’

‘Levántate y entra en Damasco,’ dice Jesús. ‘Allí se te dirá qué hacer.’ Cuando Saulo se levanta y abre los ojos, no puede ver nada. ¡Está ciego! Por eso, los hombres que están con él lo llevan de la mano a Damasco.

Jesús ahora le habla a un discípulo en Damasco y le dice: ‘Levántate, Ananías. Ve a la calle llamada Recta. En la casa de Judas pregunta por un hombre llamado Saulo. Lo he escogido para que sea siervo especial mío.’

Ananías obedece. Cuando ve a Saulo, le pone las manos encima y dice: ‘El Señor me ha enviado para que veas otra vez y seas lleno de espíritu santo.’ Enseguida algo que parece escamas cae de los ojos de Saulo, y puede ver de nuevo.

Saulo resulta muy útil en predicar a personas de muchas naciones. Se le llega a conocer como el apóstol Pablo, y de él aprenderemos mucho más. Pero primero veamos lo que Dios hace que Pedro haga.

Hechos 8:1-4; 9:1-20; 22:6-16; 26:8-20.

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