martes, 7 de septiembre de 2010

Libres de la prisión


MIRA al ángel que mantiene abierta la puerta de la prisión. Está librando a los apóstoles de Jesús. Veamos por qué estaban en la prisión.


Había pasado poco tiempo desde que el espíritu santo había sido derramado sobre los discípulos de Jesús. Y esto es lo que pasa: Pedro y Juan van al templo de Jerusalén una tarde. Allí, cerca de la puerta, hay un hombre que ha estado inválido toda su vida. La gente lo lleva allí cada día para que pida dinero a los que entran en el templo. Cuando ve a Pedro y Juan, les pide algo. ¿Qué harán ellos?

Se detienen y lo miran. ‘No tengo dinero,’ dice Pedro, ‘pero te daré lo que tengo. ¡En el nombre de Jesús, levántate y anda!’ Pedro entonces toma al hombre por la mano derecha, y él enseguida se pone de pie de un salto y empieza a andar. El maravilloso milagro sorprende y alegra a la gente.

‘Es por el poder de Dios, quien resucitó a Jesús, que hicimos este milagro,’ dice Pedro. Mientras él y Juan hablan, unos líderes religiosos vienen. Están enojados porque Pedro y Juan le dicen a la gente que Jesús fue resucitado. Así que les echan mano y los meten en prisión.

El día siguiente los líderes religiosos tienen una gran reunión. Traen ante ellos a Pedro y Juan y al hombre sanado por éstos. ‘¿Por qué poder hicieron esto?’ se les pregunta.

Pedro dice que es por el poder de Dios, quien ha resucitado a Jesús. Los sacerdotes no saben qué hacer, porque no pueden negar que este milagro maravilloso ha sucedido. Por eso, les advierten a los apóstoles que no hablen más acerca de Jesús, y los dejan ir.

Pasan los días, y los apóstoles siguen predicando acerca de Jesús y sanando a los enfermos. Las noticias sobre estos milagros se esparcen. Y por eso hasta muchedumbres de los pueblos que están alrededor de Jerusalén traen enfermos para que los apóstoles los sanen. Por esto, los líderes religiosos, con envidia, apresan a los apóstoles. Pero algo pasa entonces.

Durante la noche, el ángel de Dios abre la puerta de la prisión, como puedes ver aquí. El ángel dice: ‘Vayan y párense en el templo y sigan hablando a la gente.’ A la mañana siguiente, cuando los líderes religiosos envían a traer a los apóstoles, no se les encuentra. Después los encuentran en el templo y los llevan a la sala del Sanedrín.

‘Les ordenamos no enseñar más acerca de Jesús,’ dicen los líderes religiosos. ‘Pero ustedes han llenado a Jerusalén de su enseñanza.’ Los apóstoles dicen: ‘Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.’ Y siguen predicando. ¡Qué buen ejemplo!

Hechos, capítulos 3 a 5.

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